Desde que existimos usamos el bambú para diseñar nuestro hábitat. Las múltiples ventajas de esta planta fueron descubiertas rápidamente: crece veloz, es flexible, pesa poco y se deja trabajar hasta con un cuchillo.
Además, su resistencia estructural fue aprovechada desde tiempos inmemorables. Antes de la Edad de Bronce y la Época Glacial se utilizaba como un acero vegetal, pues sus largas fibras ofrecen tal dureza debido a su abundante cantidad de dióxido de Silicio (SIO2).
Estos conocimientos son la base de las construcciones bien pensadas que se encuentran tanto en las construcciones clásicas de viviendas en culturas asiáticas y africanas como en el modernismo de la arquitectura colombiana y japonesa.
Al final del siglo 19, en Europa el bambú cayó lamentablemente en el olvido. Nuevos materiales como el concreto, el acero y el plástico reemplazaron al bambú, que se convirtió en «la madera del pobre». Desde que la madera es más y más escasa a nivel internacional y las materias sintéticas han resultado ser contaminantes, expertos pronostican el redescubrimiento del bambú como un material de construcción de alta calidad.